"Yo apostaré -dijo Sancho- que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas; pero querría yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a éstas".
"Tienes razón, Sancho -dijo Don Quijote-; porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Ubeda, que cuando le preguntaban qué pintaba respondía: "lo que saliere". Y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: "este es gallo", porque no pensasen que era zorra."
(Del cap. LXXI de la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha.)
Tarea es la de pintar a Don Quijote harto más difícil que la de hinchar un perro, y empresa de las más dignas de pintor español. No es de ilustrar la obra imperecedera de Cervantes, sino de vestir de carne visible y concreta un espíritu individual y vivo, no mera idea abstracta; empeño nunca tan oportuno como ahora, en que anda por esos mundos de Dios revolviéndose y buscando postura el simbolismo pictórico. Tiene éste en España un símbolo que ni pintado, y es Don Quijote, símbolo verdadero y profundo, símbolo en toda la fuerza etimológica y tradicional del vocablo, concreción y resumen vivo de realidades, cuanto más ideales más reales, no mero abstracto engendrado por exclusiones.
Invito al lector a que divaguemos un poco acerca de la expresión pictórica de este símbolo vivo.
Los datos para pintar a Don Quijote hay que ir a buscarlos en la obra de Cide Hamete Benengeli, dentro de ella y fuera de ella también; en la obra de Cide Hamete, por haber éste sido su biógrafo; dentro de ella se descubren honduras que el buen biógrafo no caló siquiera; y fuera de
ella, porque fuera de ella vivió y vive el ingenioso hidalgo.
Con escrupuloso cuidado me he entretenido en entresacar de las páginas vivas de El Ingenioso Hidalgo cuantos pasajes se refieren más o menos directamente a los caracteres físicos de Don Quijote.
Helos aquí, numerados; advirtiendo que el lector poco paciente puede muy bien pasarlos por alto:
I. "Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro,
gran madrugador y amigo de la caza"
(Part. I, Cap. I)
II. "Por otro nombre se llama El Caballero de la Triste Figura.... verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura de poco acá que jamás he visto".
(Part. I, Cap. XIX)
III. "...viendo su rostro de media legua de andadura, seco y amarillo, la desigualdad de sus armas y su mesurado
continente."
(Part. I, Cap. XXXVII).
IV. "Tomad, señora, esa mano...No os la doy para que la beséis, sino para que miréis la contextura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas, de donde sacaréis qué tal debe ser la fuerza del brazo que tal mano tiene".
(Part. I, Cap. XLII)
V. "... tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne momia". (Part. II, Cap. I)
"Tienes razón, Sancho -dijo Don Quijote-; porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Ubeda, que cuando le preguntaban qué pintaba respondía: "lo que saliere". Y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: "este es gallo", porque no pensasen que era zorra."
(Del cap. LXXI de la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha.)
Tarea es la de pintar a Don Quijote harto más difícil que la de hinchar un perro, y empresa de las más dignas de pintor español. No es de ilustrar la obra imperecedera de Cervantes, sino de vestir de carne visible y concreta un espíritu individual y vivo, no mera idea abstracta; empeño nunca tan oportuno como ahora, en que anda por esos mundos de Dios revolviéndose y buscando postura el simbolismo pictórico. Tiene éste en España un símbolo que ni pintado, y es Don Quijote, símbolo verdadero y profundo, símbolo en toda la fuerza etimológica y tradicional del vocablo, concreción y resumen vivo de realidades, cuanto más ideales más reales, no mero abstracto engendrado por exclusiones.
Invito al lector a que divaguemos un poco acerca de la expresión pictórica de este símbolo vivo.
Los datos para pintar a Don Quijote hay que ir a buscarlos en la obra de Cide Hamete Benengeli, dentro de ella y fuera de ella también; en la obra de Cide Hamete, por haber éste sido su biógrafo; dentro de ella se descubren honduras que el buen biógrafo no caló siquiera; y fuera de
ella, porque fuera de ella vivió y vive el ingenioso hidalgo.
Con escrupuloso cuidado me he entretenido en entresacar de las páginas vivas de El Ingenioso Hidalgo cuantos pasajes se refieren más o menos directamente a los caracteres físicos de Don Quijote.
Helos aquí, numerados; advirtiendo que el lector poco paciente puede muy bien pasarlos por alto:
I. "Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro,
gran madrugador y amigo de la caza"
(Part. I, Cap. I)
II. "Por otro nombre se llama El Caballero de la Triste Figura.... verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura de poco acá que jamás he visto".
(Part. I, Cap. XIX)
III. "...viendo su rostro de media legua de andadura, seco y amarillo, la desigualdad de sus armas y su mesurado
continente."
(Part. I, Cap. XXXVII).
IV. "Tomad, señora, esa mano...No os la doy para que la beséis, sino para que miréis la contextura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas, de donde sacaréis qué tal debe ser la fuerza del brazo que tal mano tiene".
(Part. I, Cap. XLII)
V. "... tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne momia". (Part. II, Cap. I)